miércoles, 10 de septiembre de 2008

El sexo sin amor es como la tortilla sin cebolla

Toma ya!!!

Debe de ser el calor que hace por estos lares mientras en Madrid se inunda hasta el metro y en Andalucía el pescaíto vuelve a la mar, que me vienen a la cabeza o a la memoria vivencias y conversaciones de esas que debería grabar para escucharlas de vez en cuando.

En una de las numerosas tertulias sidreras a las que soy tan aficionada y que dan para tanto en un blog de estos, estábamos hablando de eso, de sexo; de follar y de hacer el amor. Que para el caso... Y como tengo a bien rodearme de lo mejor de cada casa y de lo peor del barrio, las discusiones normalmente van de perogrullada en perogrullada.
Comentando una anécdota que conté ya una y mil veces porque me hace gracia y me recuerda que hace unos años, en la adolescencia, éramos unas pardillas. Repetí por enésima aquello de que estábamos un grupo de compañeros de clase en casa de uno, que tenía los padres fuera, viendo la primera peli porno que yo me había topado en mi vida cuando una chica, cuyo nombre no voy a publicar aquí, soltó la frase: "Yo nunca dejaré que me penetren"

Y de esa frase, que de aquella, nos hizo soltar carcajadas a los presentes sin que hubiéramos sido penetrados por nadie, surgió un comentario en tiempo presente, en la mesa de un chigre y con muchos años más: "Es que si haces el amor no te penetran, haces el amor"

Tachán! Frase para los anales de la historia del sexo.

Teniendo en cuenta de quien vino la frase, veinteañero enamorado hasta las trancas, pues como que no te extraña. Y penetraciones pa alante y penetraciones pa atrás, toda la conversación buscando razones para esa negativa a que nos metan nada por cualquier orificio. No es que mi compañera de clase fuera lesbiana y se negara a dejarse seducir por un hombre, fueron los pocos años. No es que el veinteañero no supiera lo que hacía con su novia, es que suena más bonito hacer el amor. No es que la penetración sea sólo con un pene de carne. No, pero es lo que pensamos, es lo que nos viene a la cabeza.

Muchas guardamos en el cajón de la mesita un juguete o un par de ellos, las hay que tienen armarios completos, y los usamos pero suena muy distinto. ¿O me lo parece a mí?
No es la primera vez que escucho: a mí no me mete nadie nada por ahí. ¿Y si es una mujer?- pregunto yo que soy de lo más cotilla. Eso es distinto- responden.

Pero lo más bonito de todo es que alguien no comprenda el sexo sin amor. Me gusta saber que hay gente que piensa así. Porque... el sexo sin amor es como una tortilla sin cebolla. Con lo que a mí me gusta la tortilla, y la cebolla y el tiempo que me pasé practicando sexo sin querer a nadie. Y lo placentero que me resultaba.

Conclusiones como esa se sacan cuando se está enamorada. O a lo mejor tienen razón y aunque nos guste la tortilla queda más seca sin cebolla.

No puedo quejarme. No hoy ni ayer, pero... sí que es cierto que por sexo se puede llegar al orgasmo y por amor a ser Xena o la reina de las Amazonas (con orgasmo incluido).

Tengo que preguntar a la autora de la frase. Porque, curiosamente, a ella no le gusta la cebolla.

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