Me gusta ir a Madrid de vez en cuando, ver a los colegas que dejé atrás, a la familia, tomarme unas cañitas de esas bien tiradas que van dejando en el vaso una marca por cada trago que se da. Y este fin de semana hice casi todo lo que quería.
Casi porque en tan poco tiempo no es posible ver a todo el mundo, no se puede comer con todos los amigos ni pasar el tiempo que se desea con cada uno de ellos, de todas maneras me cundió bastate.
El viernes me monté en el ALSA en prefecto estado, nada de borrachera ni de canciones, y me tocó delante la típica señora que no calla ni debajo del agua y que habla en un volumen suficiente para que se enteren todos los pasajeros y los coches que pasan al lado. La llamaron como diez veces al móvil y eso hacía que levantara más la voz. Decidí aislarme viendo una película de esas que ponen en el viaje pero se dieron dos circunstancias: no tenía cascos y las dos películas que pusieron las había visto ya en el mismo trayecto a Madrid. Así que me armé de valor y le di algún que otro golpe al respaldo con las rodillas para desahogarme y me puse a leer, porque dormir era imposible debido a las voces.
Llegué a eso de las once de la noche, me bajé en Princesa y estuve esperando al autobus. Vale que el metro es más rápido pero tenía ganas de ver la Gran Vía con sus luces. Cada día hay menos teatros y menos cines, pero siempre es un lujo pasar por la calle y ver a la gente haciendo cola a la puerta de algún espectáculo. Pasé por casa, dejé la mochila, saludé a mi madre y salí en busca de la gente del barrio. Allí estaba la mayor parte de mis compañeros de militancia y amigos. Tomamos unas cervezas, charlamos de nuestras vidas, de lo divino y de lo humano, pusimos un granito de arena en la difícil tarea de arreglar el mundo y bebimos un poco más. Resultado, llegar a casa a las seis de la mañana muerta de sueño y con unas ganas de pillar la cama que pa qué.
Tenía pensado madrugar el sábado pero... fue imposible, mi cuerpo se negaba a reaccionar y después de remolonear un rato en casa me fui de cañas con mi madre. Me encanta salir de cañas con ella, la verdad es que lo pasamos bien, me riñe por no levantarme temprano, me dice que no fume, que cada día estoy más gorda que qué pintas llevo. Vamos, lo que viene siendo una madre en toda regla. Por la tarde sobremesa en casa después comernos media empanada de rape y langostinos y luego pa Chueca.
Hacía como cinco años que no pisaba el barrio para salir de noche. Quedé con Sweet (anfitriona donde las haya) y al llegar quedamos con la Desgra y Ox, luego llegó Batu y nos fuimos a tomar algo. Esperaba ver a Coquí pero no salió, para ptra vez será. A la pobre Batu le robaron el bolso en el primer sitio donde nos metimos. Qué cabrón el tipo ese. Si le reconociera por un casual le hacía comer el bolso y unas cuantas piedras de las múltiples obras que adornan la capital.
De esa primera cerveza fuimos la Fulanita haciendo una parada técnica en una librería (somos de un culto) y en al Planet mientras esperábamos a Maine y Magapola.
El bar estaba lleno, y hacía un calor... La gente iba llegando cada vez más y empecé a pensar si el oxígeno sería suficiente para todas. Empezaron los achuchones y los rozamientos. Sweet tenía detrás a la leona que no hacía más que empujarla hasta que se puso a saltar y ahí se acabó el roce, yo creoque la debió pisar un juanete o algo. Yo tenía detrás a una tipa con gafas y un abanico que me iba danod golpes cada vez que se daba aire hasta que decidió que a falta de pared mi espalda era un buen apoyo. Como tenog muy mala leche, en lugar de saltar como Sweet di un paso hacia delante y la mujer en cuestión casi se esnuca contra el suelo, eso sí, dejó de apoyarse en mi.
Del Fulanita fuimos al Escape. Y estaba como lo recordaba, verde. Tenía curiosidad por ver a la camarera de la que tanto hablaba Desgra pero no estaba currando. Decepción general. Sniff. Pero lo que me pude reir con un tipo que bailaba allí fue mucho. Era indescriptible, de vez en cuando subía los brazos como para aguantar el techo, en plan cariátide y era de lo más cómico, eso y los caretos
sepsis que se suponía que estaba poniendo. Vamos que voy a ver el blog de Fama a Bailar porque seguro que me lo encuentro en los videos que manda la peña para mostrar lo bien que bailan. Luego subió otra que... mejor no hablar.
Sweet y yo nos fuimos pronto por distintas razones, yo porque tenía una comida al día siguiente y quería parecer una persona y no un despojo de la sociedad y ella... que lo cuente.
El domingo, desayuno familiar, más cañitas, comida y descanso hasta que me monté en el autobús de vuelta. Subo, me dirijo a mi a asiento y al fondo veo a la mujer del primer viaje, la de las voces. ¿Por qué me tiene que pasar esto a mi? Esta vez tengo cascos, veré una peli y no tendré que escucharla... Miro a la pantalla y... ¡la misma película del viaje de ida! (estoy de Malicia hasta el moño) Y todo esto sin salir de la Estación Sur.
Para finalizar quiero agradecer a las blogueras madrileñas que me sacaran por ahí y me trataran tan bien. Da gusto conocer a la gente en vivo y en directo. Pero amenazo, voy a volver más a menudo. Ah y en el blog de la Desgra hay
crónica también. Por si esto os pareció poco.