Todavía estoy aterrizando del fin de semana del orgullo en Madrid. Llegamos anoche más muertas que vivas y no me acostumbro al cielo gris y a estar 20 grados por denajo de la temperatura de la capital. Aunque se agradece el dormir de un tirón sin pasar los calores de la muerte.
Cada una habrá vivido un orgullo distinto, es lo bueno que tiene la fiesta y yo voy a contaros el mio que fue menos espectacular de lo que esperaba debido a problemas que vienen mucho al caso y que os contaré cronológicamente.
Salimos de Asturias el viernes a las nueve y media de la noche. El avión cogió el atajo aereo y en lugar de tardar una hora como es costumbre hicimos el viaje en 40 minutos. No quiero pensar que es eso del atajo porque no hago más que pensar en un agujero espacio-tiempo de esos. Llegamos a la T4 (la odio con todas mis fuerzas) y tardamos más en recorrerla, esperar a las maletas y salir que en hacer todo el viaje un par de veces. De ahí al bus y pa casina que era tarde. Es que soy una guay y tengo casa en Madrid ;)
Llegamos a eso de las doce y nos fuimos a tomar unas cervecillas para celebrar que habíamos llegado y de paso para saludar a la family, que una no se da cuenta de lo que les echa de menos hasta que no están cerca.
A las cuatro de la mañana y después de una partida de dardos y no sé cuantas al Trivial nos fuimos a dormir. Al día siguiente había quedado para ver a parte de mi gente madrileña, así que a la una del mediodía ya le estábamos dando a las cañitas, a los boquerones en vinagre y a las gambas. Estemos donde estemos nos cuidamos todo lo que podemos.
Gracias a una conjunción astral pude conocer, por fin, a la conciencia de la Tita. Muy maja la conciencia, de verdad que sí. Y después de tres horas de cañas salimos corriendo a la Cibeles a recoger a la delegación asturiana que llegaba a las cinco. Nos pusimos el traje de guerra y a coger sitio, a colocarnos en posición y a cargar las pilas. Llevábamos botellas de agua helada para poder soportar los calores y menos mal, porque aunque no se descongelaron del todo, por lo menos teníamos algunas gotas de agua que llevarnos a la garganta. Al estar helada hoy estoy medio afónica, pero no me importa. A los que llaman hoy a la oficina lo mismo sí que les molesta un poco, pero me perdonan porque saben que el fin de semana fue duro. De hecho hay quien me preguntó como es que no me había cogido el día libre. En fin, a lo que iba.
Esperamos bajo el sol de justicia, con los pies ardiendo porque el asfalto estaba a la temperatura perfecta para hacer gambas al a plancha y después de media hora... Empezamos a avanzar!!!
Y allá que fuimos tambor en ristre bajando hacia la Cibeles. Cantamos, tocamos, mucho. Parábamos para descansar y escurrir las botellas y no morir deshidratadas y la peña nos decía que tocásemos más. Como se nota que ellos estaban de miranda y no cargando con el tambor y con las manos desolladas. Porque sí, acabé con heridas de consideración en mis queridas manos. Heridas que me hicieron ir pa casa a las dos de la madrugada porque no podía ni coger el vaso. Y no estoy siendo exagerada, tengo "testigas"
Nos fuimos a cenar a Lavapiés, dieciocho o veinte mujeres comiendo tandoori y arroz basmati y no sé cuantas cosas más. No me di cuenta del hambre que tenía hasta que me senté a la mesa. Y es que tantas horas de cañas refrescan pero no alimentan.
El domingo volvimos al ataque de las cañas, pero antes mi madre, que es un sol, nos trajo churros y porras para que desayunásemos como señoras en casita. ¿A que es maja?
Despertamos a Cris que no sabía ni donde estaba y la pedimos que nos hiciera una crónica de su orgullo. No lo voy a contar aquí porque pa eso ella se da mucha maña. Y conocimos a Sweet!!! Fue un ratito, lo que dura una coca cola, pero al menos a mí me encantó. Va aumentado el número de blogueras que conozco. Luego a comer una hamburguesa de esas que pesan kilo y medio y corriendo al Alsa a que Cris cogiera el bus. Al Alssssaaaaaa al Alsssaaaaaaaaaa.
Y nada más, minisiesta en el sofá y de nuevo a la T4.
Vale que no salí hasta las mil ni nada de eso pero me siguen doliendo las manos que pa qué. Soy una pupas.
Y ahora a esperar el resto de las crónicas del orgullo.